Todos los años

, por estas fechas, comenzamos a escuchar sobre el Juramento a la Bandera de los soldados, y que la razón de dicha celebración en ese día es por la Batalla de La Concepción, donde murieron los 77 jóvenes capitaneados por Ignacio Carrera Pinto, nieto del General José Miguel Carrera, y de los cuales ninguno sobrepasaba los 20 años. En fin, hoy, en vísperas de esa fecha y sin despreciarla para nada, me gustaría rememorar un 10 de Julio que ocurrió un año después, que puso fin a una larga y cruenta guerra, y que muy pocos chilenos recuerdan o rememoran. Quiero recordar el 10 de Julio de 1883, el triunfo chileno en Huamachuco, fin de la Guerra del Pacífico. He aquí un trozo que dedica el historiador chileno Gonzalo Bulnes, autor de la más célebre historia del conflicto, sobre la Batalla de Huamachuco...
“Al amanecer del 10 de julio, [el Coronel Alejandro] Gorostiaga mandó que el capitán ayudante de Zapadores, [Ricardo] Canales, fuese con las dos compañías de su cuerpo a provocar al enemigo en su campamento de la cima de Cuyulga. Esta era la operación de reconocimiento ofensivo resuelta el día anterior. Las compañías se desplegaron en guerrillas a cargo de sus capitanes don Amador Moreira y don Juan Antonio Maldonado, atravesaron la pampa de Purrubamba y empezaron a escalar las laderas del cerro enemigo. [El General Andrés Avelino] Cáceres descolgó contra ellas fuerzas de los batallones Jauja y Junín. El tiroteo se sostuvo con firmeza por ambos lados, pero los chilenos avanzaban a pesar de ser su número inferior, y muy desventajosa la configuración del terreno, en plano inclinado ascendente. Gorostiaga seguía con la vista el combate, y observando que Canales extralimitaba sus órdenes y comprometía la acción, envió decirle que se retirara. La orden la transmitió el jefe del telégrafo, don Demetrio Tovar, a quien Gorostiaga cedió su caballo para ese efecto. Pero ya prácticamente no era posible. Canales había entrado demasiado en el fuego y los contrarios no le habrían permitido hacer una retirada tranquila. La batalla estaba trabada por la impetuosidad de los Zapadores.
“Es muy difícil precisar los accidentes de un combate. Ocurren en un momento de confusión, y después de la batalla cada uno la rehace a su manera, en relación con el sitio en que figuraba, con su fantasía, con su interés, y hasta con sus simpatías y antipatías. Por eso procuraré ser muy parco en la descripción de ésta.
“Después de un rato, las compañías de Zapadores notaron que sus municiones escaseaban y que se presentaban a cada momento más y más fuerzas enemigas, lo que las obligó a bajar la ladera tratando de retirarse a su base. Parece que en ese momento crítico para los Zapadores, [El Comandante Alberto] Novoa, lanzó en protección de ellos una compañía de Cazadores a caballo, mandada por el capitán Juan de Dios Quezada, oficial que como [el Mayor Sofanor] Parra, venía haciendo repetir su nombre en todas las acciones de guerra desde Calama. Pero la forma del terreno impidió que la acción de los Cazadores tuviera eficacia. Pronunciada la
retirada de los Zapadores, los cuerpos chilenos se movieron a protegerlos y los peruanos hicieron un avance simultáneo por las dos alas, con el propósito ostensible de encerrarlos. Desde ese momento la batalla se pronunció. La línea chilena tenía en su extrema izquierda al Talca y en su derecha al Concepción; la artillería cargada a la izquierda; la caballería detrás, protegida por una eminencia del suelo. A cada batallón peruano que aparecía, Gorostiaga le oponía una compañía más. De esto se ha querido deducir que aún en ese momento procuraba evitar la batalla decisiva, sin fijarse que no habría podido hacer más porque no tenía sino dos batallones y el enemigo doce, es decir casi una compañía por batallón peruano.
“Cuando los Zapadores se retiraban, las fuerzas de Huamachuco salieron a cortarlos, pero se desprendió en su protección el ayudante del Concepción, don Luis Dall’Ortto, con una compañía y detuvo valientemente el avance contrario. En estos incidentes que prepararon el momento decisivo habían transcurrido dos horas, más o menos. Las compañías de Canales habían principiado a bajar el cerro Sazón a las 6.30 A. M., y cuando Dall’Ortto

se batía con las fuerzas de Huamachuco debían ser las 9 A. M. Los chilenos, compañía por compañía, bajaron del cerro Sazón a los primeros pliegues de su base, donde aquel se junta con la pampa de Purrubamba, y el enemigo hacía lo mismo, de modo que había de ambos lados una convergencia decisiva hacia el mismo punto; a disminuir las distancias, en esa llanura en que recupera todo su valor la superioridad numérica. Todas las divisiones peruanas, una tras otra había entrado al fuego y sus cuerpos engreídos con la esperanza de una victoria, que consideraban segura, avanzaban estrechando la línea chilena en tal forma que llegó un momento en los cuerpos de la primera fila en que se reconocían las fisonomías contrarias y se oían las voces de mando. El punto más amagado de la línea de Gorostiaga era la izquierda que defendía el Talca y la Artillería. A ella se contraían de preferencia los esfuerzos desesperados de los soldados de Cáceres.
“Impelidos éstos por la confianza del número bajaron a la pampa abandonando sus fuertes posiciones de la altura, y extendieron su línea de frente a la contraria, rebalsándola por sus extremidades y amenazando flanquearla por las dos puntas. Cerraba una de las alas del lado chileno una compañía del Talca mandada por el capitán ayudante Julio Z. Meza, el que hizo una brillante resistencia. La artillería peruana bajo también de sus atrincheramientos a la llanura y los chilenos resistían en la línea ondulada del plan. Ese errado movimiento de las fuerzas de Cáceres precipitó el desenlace. La batalla continuó en esa forma cerca de dos horas y las huestes peruanas se creyeron vencedoras. Se oyeron gritos entusiastas de
¡Viva el Perú! Los cornetas, tambor
es y clarines hendían el aire con sus himnos triunfales. Las bandas tocaban dianas. Las campanas de Huamachuco se echaron a vuelo. El combate tenía formas decisivas. Estrechadas las filas uno tenía que vencer: no había ya ninguna operación táctica posible. En ese momento supremo, cuando las municiones empezaban a escasear en ambos campos, se tocó
calacuerda en las filas chilenas. La infantería cargó a la bayoneta y Parra acometió con sus jinetes. La embestida fue terrible. La infantería atropelló la línea peruana, rompiéndola por todas partes y parra cortó siete cañones en esa carga bravía de los Cazadores que hizo temblar el suelo de la pampa de Purrubamba y recordar las hazañas nuevas y antiguas de la caballería chilena: la de los Granaderos en Tacna; la de éstos y los Carabineros [de Yungay] en San Juan; las cargas de Yungay del mismo cuerpo que ahora se cubría de gloria. La batalla estaba ganada; el ejército peruano huía en aterrada dispersión, arrojando las armas. La caballería no pudo perseguirlo de un modo medianamente eficaz por la extenuación de las cabalgaduras que se cimbraban jadeantes a pesar del empeño de los jinetes que les despedazaban las costillas con las espuelas, inútilmente”.
Bulnes, Gonzalo.
Guerra del Pacífico (tomo III, Capítulo X, Número X). Santiago, Ediciones del Pacífico, 1955. Págs. 256 y 257.
Para los que no sepan
Calacuerda significa cargar con todo, a la chilena, con bayoneta en mano y con la única meta de clavar la bandera en las trincheras enemigas o morir en la demanda. Sólo resta que opinen...